Todas las grandes civilizaciones consiguieron traducir ideas complejas a significados concretos a través de los símbolos. El de la serpiente fue utilizado en todas ellas y, según algunos autores, en él se compendia toda la filosofía del universo.
Los sabios más excelsos del pasado quisieron, a imagen de la naturaleza, cristalizar en símbolos los más profundos conocimientos sobre el hombre, la naturaleza, la realidad permanente, los distintos aspectos dinámicos del ser, etc. Sabían que el símbolo adquiere una vida propia en la imaginación del estudiante, es como una semilla mágica que crece en su mundo interior y fructifica en nuevos conocimientos, en nuevos hallazgos, en nuevas vivencias. Sabían que no hay posibilidad de conocimiento sin el símbolo. Pero no ignoraron que estos símbolos no eran simples imágenes arbitrarias para retener una idea, sino que, de forma misteriosa y casi incomprensible para nuestra mentalidad materialista, cada símbolo era el cuerpo vivo de una idea, alma del mismo. Es decir, que las ideas se revisten de los símbolos que les son propios, como los hombres se revisten de cuerpo para sumar experiencias en su peregrinaje sin límites hacia lo desconocido. Sabían que el símbolo es, por tanto, una ventana hacia un mundo ignoto, una puerta que el estudiante puede abrir hacia el mundo siempre vivo de las Ideas, que Platón llama arquetipos.
Serpiente 1Y aunque estas imágenes, los símbolos milenarios, aparezcan como cáscaras vacías ante nuestro conocimiento actual, símbolos fueron, son y serán las imágenes geométricas (los símbolos primeros y los más perfectos), las especies y comportamientos del mundo animal, vegetal y mineral. El mismo recorrido aparente de los astros en el cielo, los distintos brillos, tonos y posiciones de las estrellas hablaban para el alma despierta en un lenguaje simbólico.
Símbolos como las aguas primordiales, como el loto, el huevo, o el árbol, la montaña, la cruz (en sus múltiples formas), la serpiente, etc., son imágenes permanentes en las manifestaciones culturales de la humanidad. Cualquiera que sea la cultura que estudiemos, ahí están, con su misma forma –con ligeras variaciones– y significado. Símbolos fueron y son los números (símbolo de Ideas vivas, y no simple expresión de cantidades), los primitivos alfabetos (tan relacionados con los Números-Ideas), las estructuras rítmicas en las poesías y canciones antiguas, las posiciones y atributos con que se nos muestran las estatuas de los dioses del pasado...
Ignorar el lenguaje de los símbolos es permanecer ciegos ante el universo sin límites de los significados que muestran.
Solo a través de la ciencia de los símbolos podemos penetrar en el alma y verdaderas enseñanzas de las antiguas civilizaciones.
Quizás esta ciencia de los símbolos fue patrimonio de toda la humanidad, aunque cada cultura hiciese uso de los mismos según un particular enfoque.
Tal y como expresase la genial e incomprendida H. P. Blavatsky: “La simbología debe ser estudiada en cada uno de sus aspectos, pues cada nación tiene su método peculiar de expresión; en una palabra, ningún papiro egipcio, ninguna olla india, ningún ladrillo asirio ni ningún manuscrito hebreo puede interpretarse literalmente” y “cada uno de los símbolos en papiros y ollas, es un diamante de muchas facetas; cada una de las cuales, no solo encierra varias interpretaciones, sino que se relaciona igualmente con varias ciencias”. Es decir, cada símbolo ofrece varias y armónicas interpretaciones que se relacionan con hechos históricos, metafísicos, psicológicos, astronómicos, etc.
La serpiente, una idea llena de significados
Uno de estos símbolos fundamentales, usado inequívocamente por las distintas civilizaciones, es el de la serpiente. “En la serpiente se compendia toda la filosofía del universo”, dice H. P. Blavatsky, en Isis sin velo. Es, por tanto, un símbolo de profundas concepciones cosmogónicas, teogónicas e incluso morales; y es preciso entender que un mismo símbolo expresa distintos e incluso contradictorios significados. Por el contexto o por los detalles en que aparece el símbolo, podemos saber a cuál de estos significados se refiere en concreto. Es también posible que se refiera simultáneamente a varios significados y que podamos obtener así varias lecturas al mismo tiempo. En todo caso, en todas las “lecturas” de un símbolo, siempre predomina una “idea” de la que el símbolo es la vestidura.
En la Antigüedad, la serpiente fue símbolo de:
Sabiduría, de la perfección y dinamismo de lo Real; representó también la regeneración psíquica y la inmortalidad.
Es la imagen del alma que reencarna y se “reviste de nueva piel”. Se refiere también al primer rayo de luz emanado del Divino Misterio.
Es símbolo de eternidad, de aquello que sin interrupción se gesta a sí mismo.
También, completando el significado anterior, es símbolo del tiempo y sus ciclos.
Es, como casi todos los símbolos primeros, un símbolo doble: es la luz, tanto la física como la espiritual; pero es también símbolo de su sombra, de la oscuridad de la materia, del mal, de la sustancia espiralada que atrapa al alma en su torbellino.
La serpiente es símbolo del sol espiritual (el sol central de las tradiciones ocultistas) y de su “cuerpo”, el sol visible; símbolo, por lo tanto, del Logos Creador como de la Inteligencia deslizándose en la eternidad. Pero también, por ejemplo, en Egipto, se la relacionó, astronómicamente, con los eclipses, como una serpiente que quiere devorar al Sol, por ejemplo, Apap en Egipto.
Con varias cabezas en movimientos espasmódicos es símbolo de las pasiones humanas, y también de los poderes psíquicos.
Es símbolo de la gran Vida-Una, el Jiva-Prana de los hindúes, y su movimiento, que llama a los mundos a la existencia.
Pero también de la muerte y de la guía que acompaña a los difuntos en el reino invisible.
Se refiere a los sabios, a los siempre-vivos, pero también a las almas desencarnadas.
La serpiente es símbolo de la energía sexual, la de los cuerpos tratando de perpetuar sus formas, y la de las almas tratando de perpetuarse en sus inmarcesibles esencias.
Es el símbolo de la Tierra, de sus energías y de sus potencialidades, la “madre de todo cuanto se mueve” de los textos sagrados hindúes.
Esta lista no debe aturdir al lector, pues todos ellos están tomados en un único aspecto, en todos se está haciendo referencia a una misma “idea”, que es la que expresa el símbolo de la serpiente. Es un mismo arquetipo que brilla con uno y otro fulgor en todos ellos. Pues todo símbolo sagrado hace referencia a un solo aspecto de lo real, “el símbolo dice de una cualidad abstracta de la divinidad” (H. P. Blavatsky, Isis sin velo), y este, el de la serpiente, siempre tuvo el poder de agitar la conciencia humana. Chateaubriand –nos recuerda H.P.B.– decía de él:
Objeto de horror o de adoración, los hombres tienen a la serpiente un odio implacable, o se postran ante su genio. La Mentira la llama, la Prudencia la reclama; la Envidia la lleva en su corazón, y la Elocuencia en su caduceo; en el Infierno, arma el látigo de las Furias; en el Cielo, la Eternidad hace de ella su símbolo.
José Carlos Fernández
Fuente: Revista Esfinge
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